Tengo un amigo que puedo describir como «hater» y, del mismo modo, una de las personas más coherente con las que he compartido. Oscar es una persona sin pelos en la lengua, con una mentalidad muy abierta a comprender el mundo tanto como a sí mismo. A su vez, expresa su sentir auténtico y correspondiente con la situación que se le presenta y, considerando que la vida presenta cantidad de situaciones dificiles, su «hate» no se hace de rogar.
¿Por qué digo que su performance de odio es coherente?
Resulta que, en la vida, el mal tiempo es más ruidoso que el bueno, y los sentimientos que estimula, tienden a ser más intensos, por lo que se nos hace más fácil reconocer el mal tiempo que el bueno. Sin embargo, existe una gran estigmatización hacia el hecho de expresar los sentimientos del mal tiempo.
En nuestra cultura nos han inculcado el positivismo como la única forma de enfrentar al mundo: a mal tiempo, buena cara, diría mi abuela. Hemos asumido que debemos enfrentar la vida con optimismo y, aunque sea el mal tiempo una constante, debo maquillar u ocultar el sentimiento que genera para mantener ese positivismo integrado en nuestro ADN.
«Juzgar lo que sentimos y tratar de cambiarlo por otro sentimiento al que se juzga como mejor, parece ser un deporte a escala mundial. Sentir algo incómodo en realidad no tiene un valor negativo ni tampoco positivo. De por sí, sentir no es bueno ni malo, pero sí podemos darle un uso creativo».1
Particularmente, si me siento mal, quiero expresar mi malestar. No quiero guardar formas, modos ni posturas, pero asumo que muchas veces me limitaba por el estándar social. Es por esto que cuando conocí la expresión de inconformidad de Oscar ante las situaciones difíciles, me resultó de lo más coherente. Noté que su libertad a expresar sus sentimientos, sin preocuparse por el que dirán o por mantener una forma, le impregna un aura de satisfacción, confianza y cercanía, expidiendo una energía magnética. Esta energía me manifestó una revelación: expresar mis sentimientos, incluso siendo estos de aversión, molestia o desagrado, es liberador.
«Creemos que si nos abrimos a sentir según que emociones nos deprimiremos y nos revolcaremos en el fango, y es justo al revés. Evitándolo constantemente, tratando de evadirnos de nuestra experiencia, es como perdemos el sentido de la vida y terminamos deprimiéndonos».2
¿LA VIDA ES BELLA?
Uno de nuestros debates frecuentes giraba en torno a la definición de vida, su justificación y utilidad. Oscar argumenta que la vida es una MIERDA y yo que la vida es PERFECTA.
Dentro de nuestra disertación de lo que es la vida para cada uno, siempre llegamos a la misma conclusión. Y ustedes se preguntarán ¿Cómo es posible llegar a la misma conclusión desde dos visiones tan opuestas? La respuesta es: no le agregamos el elemento moral.
La idea de Oscar es que la vida es una mierda, y no pasa nada con ello, acepta tu mierda y punto. En la vida pasan cosas y, por lo general, lo que pasa no es lo que queremos que pase: robos, engaños, traiciones, desamores, muertes, despedidas, bancarrotas, peleas, accidentes de tránsito, burlas, maltratos… Todas estas cosas suceden y suceden todo el tiempo. Ante estas situaciones nos sentimos desanimados, tristes, iracundos, atemorizados, inseguros, molestos, irritables… y no está mal sentir todo eso, el tema es que no hay que demonizar la mierda -ni alabarla-, solo aceptarla tal cual es: vivirla, transformarla y aprovecharla.
En la misma línea, la idea de perfección que yo sostengo carece de romanticismo. Cuando digo perfección no me refiero a incólume, sin daños o tropiezos. Por el contrario, sé que en la vida existen todas estas mierdas de las que habla Oscar, pero que todo eso sucede en virtud de un orden universal perfecto, que va más allá de nuestro deseo, querencia, voluntad o expectativa de vida.
Sé que la vida no es color de rosa, al contrario, está llena de muchos colores que, no necesariamente nos gustan a todos, pero que mantienen un orden en toda su extensión.
Puedo ser correspondiente con ese orden para actuar en consecuencia, o estar en contra de él sufriendo los ajustes que haga. Porque la vida ajustará lo que sea necesario para mantener el orden universal y, si mi ego quiere luchar contra ello, el sufrimiento estará siempre disponible hasta que sea insostenible y comience a indagar en otra forma de enfrentar la vida.
«Significa que, en lugar de reaccionar ante ello, podemos usarlo para encontrarnos a nosotros mismos, se abre un espacio de investigación en el que podemos descubrir al ser que siente, en calidad de responsables de esas emociones y sentimientos».3
Oscar y yo partimos de puntos de vista distintos, pero llegamos a la misma conclusión: LA VIDA ES LO QUE ES, PUNTO. No nos enfrascamos en romantizarla o demonizarla con lo bueno y lo malo, le sustraemos ese elemento moral que tanto nos han inculcado en nuestra cultura.
Jugar con la mano que nos tocó y aprovecharla tanto como podamos.
Confieso que he rechazado la mano que me ha tocado en múltiples oportunidades. Me he identificado tanto con mi ego que he olvidado la perfección del orden universal, interpretando los hechos según estén conformes o en contra de mis deseos y/o expectativas.
Esta forma de interpretar la vida responde a una característica egocéntrica y soberbia del ego. Querer que la vida sea como yo quiero que sea es una distorsión de la realidad que me coloca en el centro del universo, interpretando que todo lo que sucede me sucede a mí, por mí o para mí… un egocentrismo tan inconsciente que enaltece la soberbia, rechazando cualquier situación contraria a mis deseos y enfrentando la vida de una manera reactiva y poco productiva.
«Mantenernos en estrecha relación con nuestro sentir nos permite un grado elevado de honestidad que, a medida que crece, se transforma por sí misma en humildad. En la humildad, el presente se hace evidente, ya que los humildes no vives bajo expectativas ni deseos personales sobre cómo tienen que ser las cosas. Tampoco culpan al pasado por cómo fue. Su vínculo con la vida se despierta porque, en lugar de quejarse y huir, agradecen y contemplan todo lo que les rodea, sin arrogancia ni elitismo emocional. Ya no se prefiere una cosa u otra, la voluntad es ahora sentir».4
Por su parte, decir: «la vida es una mierda» o «la vida es perfecta», no signfica nada si no vemos más alla de esas dos palabras. Mierda y perfección son dos caras de la misma moneda, y el valor de esa moneda sigue siendo el mismo. Pero para comprender su valor, hay que indagar más allá de esas dos palabras -o cualquier palabra que usemos para definir la vida-.
Definir es limitar. Limitar a mi capacidad de entendimiento. Limitar a mi estructura mental que es limitada, que necesita etiquetar, encasillar y clasificar la información para su comprensión.
Creer que mi mente limitada puede definir, encasillar y clasificar la infinitud de la vida, es una reducción tan egocéntrica que me impide vivirla.
La vida es lo que es. Vivirla me hace conocerla, definirla no.
- ¿Me acompañas? Sergi Torres. 2017.
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