Se denomina Scroll al desplazamiento, generalmente de arriba hacia abajo, de los contenidos que forman una página web, una app, etc. El scroll, o scrolling, es uno de los parámetros fundamentales en los análisis de usabilidad (UX), donde se mide, no solo el porcentaje de scroll que hacen los usuarios en la página, sino cuánto tarda el usuario en comenzar a hacer el scroll (según varios estudios, normalmente es antes de los 10 segundos). Qué es Scroll – Definición, significado y ejemplos (arimetrics.com)
Me he capturado “scrolleando” en el teléfono durante largas horas. Me topo con una publicación tras otra. Algunas las veo completas, otras las veo hasta la mitad, muchas no dejo ni que empiecen. Este hábito inconsciente me mantiene preso en la pantalla de mi celular, sin percatarme de la cárcel en la que me encuentro.
Dada la facilidad de desplazamiento con el dedo sobre el celular, el scroll practicamente se ejecuta en modo automático, sin necesidad de presenciar esta actividad conscientemente. El scroll se ha incorporado en mi sistema instintivo, como inhalar, exhalar o parpadear.
Cuando estoy en una fila de supermercado, comiendo, trabajando, en una sala de espera, incluso hablando con otras personas… automáticamente saco mi celular y comienza la danza del dedo. “Matar el tiempo” le llaman en mi pueblo: evitar ser invadido por el aburrimiento y buscar la distracción más accesible y sencilla.
Con esto no estoy demonizando a los celulares, las aplicaciones o los avances tecnológicos. Está todo bien que nos brinden esta facilidad de acceder a la información en tan poco tiempo. De hecho, así como el scroll nos facilita el acceso a la información, también nos concede la oportunidad de hacernos conscientes de nuestra inconsciencia. Es ahí donde nuestro trabajo mental cobra fuerzas, donde puedo decidir usar mi mente y prestar atención, o mantenerme preso de ella y seguir operando en modo automático (inconsciente).
Las prácticas inconscientes no son tan sencillas de identificar. En el mundo ajetreado en el que vivimos, automatizar la mayor cantidad de procesos es un plus que nos garantiza la supervivencia en la jungla de concreto. Mientras más procesos traslademos a nuestro subconsciente para que se ejecuten de manera automática, haciendo espacio en nuestra mente consciente para atender nuevos desafíos, más eficiente y deseado será nuestro desempeño en el mundo de Steve-Musk.
¿Es posible automatizar procesos y vivir conscientemente?
En principio, estas dos opciones son mutuamente excluyentes. La única manera de que se relacionen es que podamos despertar la consciencia a un nivel que decidamos, conscientemente, automatizar algún proceso.
Por ejemplo: respirar.
Hemos automatizado el proceso de respiración desde que nacimos. Es la forma como logramos suministrar oxígeno a nuestro cuerpo y, básicamente, existir. Pero la vida se trata de algo más que solo existir, se trata de vivir, por lo que automatizar la respiración, puede hacer que me pierda de la vida que está sucediendo alrededor de mi, al frente de mi.
Automatizar la respiración para liberar nuestra mente de ese proceso, hace que desvíe mi atención a otro proceso que la mente me presenta como necesario. Sucede que el trabajo mental por excelencia es netamente temporal: recordar el pasado e imaginar el futuro, y mientras suplanto el pensamiento de respirar por el pensamiento, digamos, del informe que tengo que presentar más tarde, de las compras que tengo que hacer mañana, de la vergüenza que pasé ayer en el gimnasio, o cualquier otro que a la mente se le ocurra crear arbitrariamente… me desconecta de la realidad, del ahora, del momento presente que me está chocando todo el tiempo en mis narices.
He comprobado que respirar conscientemente abre un mundo de posibilidades más amplio que el de la automatización de la respiración. Cuando respiro automáticamente, me creo los pensamientos que deambulan indiscriminadamente, unos más limitantes que otros. Me identifico con la mente, con sus escenarios imaginarios; estructuro comportamientos y soluciones que no tienen nada que ver con la realidad.
Por su parte, la respiración consciente me conecta con el momento presente, incluso puedo convertirla en el interludio de mis pensamientos, mientras elijo uno que potencie esa conexión. Transformo la automatización en creación: accedo a una gran gama de posibilidades que han estado limitadas por la mente autómata pero disponibles para ser potenciadas por la consciencia creadora.
La mente ya no trabaja por sí sola en modo automático, ahora yo utilizo mi mente como la herramienta poderosa que es, hurgando en ella y seleccionando los pensamientos necesarios para enfrentar la situación que se me presente.
SCROLL THE THOUGHTS
En el mundo de Steve-Musk, el scroll socialmente aceptado es el de la vida. Donde “deslizar” los momentos como quien pasa una publicación es más productivo que admirar una puesta de sol, y por ende, más ventajoso. Esto nos convierte en engranajes de un sistema que no le interesa la creación consciente sino la producción autómata para mantener su funcionamiento.
Como dije anteriormente, el scroll no es el problema. El detalle está en decidir a qué le hacemos scroll. Aquí es donde la decisión de elegir comprende una importancia vital: seguir scrolleando los momentos de la vida de manera inconsciente, o scrollear los pensamientos limitantes de manera consciente.
“El punto es que, en una situación tan lamentable y frustrante como esta, es exactamente donde el trabajo de elegir debe entrar. Porque el atasco del tráfico y los pasillos concurridos y las largas filas en el supermercado me dan tiempo para pensar. Y si no hago una decisión consciente acerca de cómo pensar y a qué prestarle atención, voy a estar molesto y ser miserable cada vez que vaya de compras.
David Foster – “This is water”
En este caso, usar el scroll en mi mente de manera atenta, me permite observar y dejar pasar los pensamiento limitantes sin perturbarme por ellos, para luego elegir aquellos que me ayudan a generar un estado de bienestar, plenitud y correspondencia con el momento presente.
DARSE CUENTA
Estaba en una fila larguísima para retirar los resultados de laboratorio. Había perdido la orden para retirarlos, por lo que era muy probable que no los pudiera obtener si me exigían este papel. Estando en la fila, pensamientos como: “qué fila tan larga”; “no me van a dar los exámenes”; “¿qué le digo a la señora?”; “le diré que me robaron la orden”; “no, no, parece inverosímil”; “voy a tener que tomarme las muestras de nuevo”; “se va a tardar otro mes”; “no tengo tiempo para esperar”… invadieron mi mente en cuestión de segundos. Busqué la distracción más accesible y efectiva: EL CELULAR. Ingresé a Instagram y comenzó la danza del dedo: publicación tras publicación, video tras video… El ruido visual era altísimo y, como quién intenta hacerse escuchar en medio de una discoteca, los pensamientos aumentaron su tono de voz.
Saturado por la cacofonía, reaccioné y me detuve. Bloqueé el teléfono y lo guardé en el bolsillo. Alcé la mirada, respiré profundo y tomé la decisión: PRESTAR ATENCIÓN. Observé la sala de espera, las personas en su mundo, unas durmiendo, otras leyendo, otras “scrolleando” en su celular… Respiré de nuevo, presté atención a los pensamientos que me estaban gritando hacía unos segundos. Les di tarima para que presentaran su caso. Uno a uno se fueron presentando mientras yo verificaba mi reacción ante ellos. Si me perturbaba les decía “siguiente”. Finalmente, se presentó uno que no me perturbó y decía algo como esto: “César, di la verdad, no tienes la orden, pídele que te ayude a conseguir los exámenes con tus datos personales”. Dejé de hacer scroll. Me quedé con ese pensamiento. La espera se hizo más amena, la fila ya no era una amenaza, el tiempo no era un problema… Quietud.
Scrollear los pensamientos hasta encontrar el que me permitía prestarle atención al momento, me hizo sentirme agradecido con todo lo que sucedía. Agradecí la larga fila que me permitió usar mi mente como herramienta; al celular, que me ayudó a reconocer mi inconsciencia y perturbación autoimpuesta; a la vida, que me da la oportunidad de enfrentar retos que me ayudan a reconectar con ella.
Desde entonces he venido practicando el “darme cuenta” cada vez que me capturo en la distracción. A veces la distracción dura largo rato, a veces pocos segundos, pero darme cuenta me ha permitido apreciar esos minutos de felicidad que están en todos nuestros momentos, pero que sólo prestando atención podemos integrarlos en nuestra vida. A veces elijo conscientemente la distracción –ver TV o las redes sociales–, pero en este caso ya deja de serlo, porque no la uso para distraerme del momento presente, sino que pongo mi atención plena en aquello que estoy consumiendo.
¿Estás prestando atención?
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