No tengas miedo, comunícate

por | Jul 7, 2022 | INSIDE OUT

Cada vez que entro a la página de Creadr, hay un mensaje que dice «César, no tengas miedo, CREA». Este mensaje se ha vuelto una forma de exigirme cada vez más, evitando que el miedo se apodere de mí. Pero no siempre lo logra.

Recientemente he estado practicando para una competencia de discursos -hablarle al público me da terror-; hice como la página de Creadr, me dije: «César, no tengas miedo, HABLA». Ciertamente hablé, pero por dentro seguía muerto de miedo, y me di cuenta de algo que he venido escribiendo desde hace mucho tiempo: Aún no me conozco.

Llego a esta conclusión porque todavía me cuesta conectar con ciertos elementos que he tenido bloqueados por muchos años y no sabía por qué: los sentimientos, las emociones y la belleza del lenguaje. No es que esto sea nuevo para mí -de hecho me es extremadamente familiar-, el meollo del asunto es que son temas que he tratado de trabajar y explorar un poco más desde que estoy en este proceso de autoconocimiento, pero que nunca -hasta este momento- los había confrontado de tal manera.

Tiene sentido el dicho «uno no termine de conocer a alguien», esta vez ese alguien soy yo. Usando la escrituro como catarsis, voy a revelar esos pensamientos limitantes que fueron causantes de la evaluación de mis discursos.

IDEAS SEPARADAS QUE PODÍAN CONECTARSE TAL VEZ CON EMOCIONES.

En este revisión, los jueces estuvieron de acuerdo con las ideas, parecían ser buenas. Sin embargo, tratándose de un tema sensible para la población -como es el caso de la injusticia- las ideas eran vacías, no expresaban mayor compromiso con la audiencia, ni con los afectados ni con las personas a quienes iba dirigido este reclamo.

¿Por qué las ideas eran vacías?

Porque no me comprometí con el personaje. La verdad no quería involucrarme con el personaje aunque fuera simulado, me parecía una tontería expresar sentimientos que no existen y expresar emociones de una persona con la cual no me identifico. La verdad, me dio vergüenza ponerme en los zapatos de la discursista, la cual decidí que fuera mujer -tratándose de derechos de mujeres- y no me sentía cómodo con la idea que quería transmitir.

En mis interacciones sociales, solo me permito expresar algún sentimiento cuando es genuino, me cuesta fingir una emoción, no es que no lo he hecho, pero se nota que estoy fingiendo. Como no se fingir emociones, las expreso cuando de verdad las siento, y como las tengo bloqueadas la mayor parte del tiempo, no las siento demasiado, así que mis interacciones son bastante rígidas.

¿Por qué bloqueo el sentimiento?

Los sentimientos y las emociones las traduzco como debilidad, una debilidad que no me permito mostrar. He desarrollado la idea de ser fuerte todo el tiempo, por lo que bloqueo esas expresiones de afecto o dolor -al menos en público-. La otra razón es que, desde niño, me he forjado la idea de que debo racionalizar todo. Debo hacer un análisis lógico, definiendo todos las premisas y concluyendo lógicamente.

Cuando estoy en una conversación con otra persona, y el sentimiento hace su aparición, se prende una alerta roja en mi sistema nervioso, que bloquea inmediatamente todas las puertas de entrada del mensaje, y coloca inquisidores en cada puerta para verificar la validez del sentimiento desde la razón. Es algo como:

Inquisidor: ¿es tu mamá?, ok, tiene razón para decir «te amo». Abran la puerta para recibir la información.

EMBELLECER EL DISCURSO, ALGO MENOS POLÍTICO Y FORMAL.

La racionalización de mis discursos en todo momento, suprime la emoción y mantiene la palabra en un plano político y formal. Cuando me refiero a político es utilizando un lenguaje apropiado, sin caer en provocaciones o demagogia (que justamente es la parte emocional del discurso político).

Utilizo este recurso en la mayoría de mis expresiones, porque así como considero los sentimientos una debilidad, apelar a ellos mientras converso con otra persona lo traduzco como un insulto a su inteligencia, incluso si esta otra persona es mi pareja, familiar o amigo cercano. Del mismo modo, si alguien utiliza el embellecimiento de su lenguaje para transmitirme sus sentimientos, lo traduzco como insulto a mi inteligencia, y no lo recibo.

Sin embargo, en ese momento -me refiero a todo mi vida hasta ahora- confundía los adornos con la belleza. Hay personas que utilizan el adorno para «embellecer» el discurso y penetrar en el sentimiento de los receptores, pero esto no es embellecer, es solo adornar (podemos adornar el arbolito de navidad, sin sentido de la estética, y se verá horrible).

Hablar de belleza en el lenguaje es algo más profundo, es permitirle al ser expresarse con naturalidad. Nuestro ser, alma, espíritu -o la palabra que le queramos acuñar-, es bello por naturaleza, y fluir con él solo puede hacer que el mensaje sea igualmente bello. Es como cuando escuchamos a alguien tocar una melodía de manera sublime, vemos a un futbolista recorrer la cancha como en un campo de flores o a un cocinero dirigiendo el baile de los vegetales y las especias: en estos momentos no hay mente, no hay razonamiento ni lógica; solo está el ser, moviéndose libremente.

Con estas prácticas de discursos me di cuenta de que no todo sentimiento es una manipulación y que no debo estar a la defensiva cuando alguien lo expresa. Al contrario, cuando se habla desde el corazón o desde el ser -a diferencia de hablar desde la mente-, la conexión con el receptor es más fuerte, más penetrante, más comunicativa.

La idea de abrir la boca y soltar palabras, o de escribirlas en un papel, es comunicar. La comunicación es un medio para transmitir una idea, un mensaje, un sentimiento… si no logro esta transmisión, no estoy comunicando.

Interactuar desde la mente limita mis posibilidades de comunicar, de fundirnos en un mismo ser, porque ni yo soy mi mente ni tú eres tu mente. Desde la mente no transmito la información ni los sentimientos, solo enlisto ideas vacías (como me observaron los jueces de mi discurso), y estas se limitan a interactuar con tus propias ideas. Ahí muere la interacción. ¿Y la comunicación?

Por eso existen los llamados «problemas de comunicación», creemos que debemos interactuar con ideas, desde la lógica. Entonces surgen las peleas, los desacuerdos, los malentendidos… porque cada uno quiere defender su postura, sus ideas, su razón. No hay respeto, empatía ni comprensión, y por lo tanto, no hay compenetración del ser, ni transmisión de información… No hay comunicación.

Pero podemos aprender a comunicarnos, a liberarnos de la prisión mental y dejar fluir nuestro ser, a danzar con las palabras, a hablar con el corazón, con el alma. Conectar con ese ser maravilloso y con todo lo que nos rodea, fundirnos en su belleza y su plenitud, hacernos uno con el todo proyectando esa conexión esencial hacia el exterior.

En unos días estaré participando en esta competencia de discursos. Tengo más claro el motivo de mis bloqueos emocionales, pero dejaré fluir lo que salga, y aprenderé de toda la experiencia. Ahora, más consciente de mi inconsciencia, me regocijo en la idea de que puedo abrir esas puertas antes bloqueadas.

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