Desde niño me he identificado con los perros, son juguetones, tiernos, obedientes, te hacen compañía, simpáticos, empáticos, son fáciles de tratar, viven la vida, si se quiere, sin preocupaciones. Por otro lado tenía un desdén bien marcado por los gatos, me parecían ariscos, malhumorados, traicioneros, agresivos, egoístas, difíciles de tratar…
De un tiempo para acá, da la causalidad que he vivido en casas donde habitan gatos, y he tenido que convivir con ellos. Al interactuar con ellos durante bastante tiempo, me di cuenta de que no conocía a los gatos, no comprendía su “gatonalidad”, así que ahora, en lugar de rechazarlos, me dispuse a verlos y conocerlos a profundidad.
¡Vaya, qué sorpresa me he dado! No solo me di cuenta de lo impresionante y admirable de su comportamiento, sino del parecido –modestia aparte– que teníamos. Resultó que los gatos con los que he convivido eran bastante desconfiados al inicio, no se terminaban de fiar de mi presencia. Sin embargo, notaba que con sus “dueños” eran bastante fieles, podían jugar con ellos sin problemas. Aprendí que el tema de su aspereza en el trato con los demás se debe a una definida conservación de su espacio gatonal, espacio que solo podría ser compartido si ellos lo permiten.
No solo el respeto de su espacio es muy importante para ellos, sino la dosis y frecuencia de socialización. Pueden ser muy mimados y mimosos hasta cierto punto, sin llegar a empalagar. Asimismo, pueden jugar con diferentes objetos –y contigo si desean–, pero cuando ya tienen su dosis completa, o la actividad les parece banal, simplemente se abstraen hacia su lugar privado.
Su curiosidad por todo, es algo muy particular. Tienden a husmear y detallar las cosas nuevas para determinar, por su propia experiencia, si eso es beneficioso, inofensivo o perjudicial para sí mismos. Esta curiosidad los hace cometer las torpezas más graciosas que podemos presenciar en internet.
Su independencia también me ha hecho admirarlos con tanta vehemencia, y es que no te necesitan para comer, asearse, hacer sus necesidades, divertirse, amarse, protegerse… es como si de fábrica tuvieran una programación de amor propio.

Como son tan desconfiados, tienden a ser muy asustadizos, y se pueden encrispar por cualquier ruido, objeto no identificado, sombras, etc… esto puede hacerles sacar sus garritas por instinto. Si están sobre ti en ese momento, serás acreedor de una arañazo, que, vamos, fue hecho sin la menor intención, así que no te molestes por eso.
Ahora si me dices que fuiste acreedor de un arañazo intencionado, es porque no tuviste en cuenta ninguno de los aspectos anteriores, y quisiste tratarlo como un perro, sin saber que este animal, aunque sea doméstico, tiene su propia manera de comportarse, solo hay que detenerse un poco y conocerlos.
Una vez que te conocen y te aceptan como parte de su familia, son bastante cariñosos y fieles. Esto me parece un rasgo muy valioso, ya que su trato no es una explosión efusiva de hormonas que saltan con tu aparición, sino que es un trabajo de campo, se dan la tarea de conocerte a profundad: tu olor, tus mañas, tus acciones, tus gustos, tu manera de comportarte… Después de eso, su compañía es de lo más entrañable.
Lo menos que podemos retribuirles es un trabajo de campo similar: una expresión de amor.

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