SISTEMA EDUCATIVO: el pez de arbol

por | May 19, 2022 | INSIDE OUT

Eran las 7:15 am, me encontraba haciendo la cola del bus para ir a mi trabajo, le había prometido a Mónica que nos iríamos juntos, así que debía esperarla. Se hacen las 7:20 am y estoy de primero en la cola, pero no subo al bus, sigo esperando a Mónica. Los encargados de controlar la cola me veían. Cinco minutos después, llega mónica corriendo, la saludo y la dejo en mi lugar para ir a hablar con el fiscal de la línea y explicarle lo siguiente: – Yo tengo todo este rato esperando a mi amiga, estoy de primero en la cola y en el próximo bus subiremos. A lo que el señor muy amablemente me responde que no se podía, que la chica debía hacer la cola. Seguimos un rato argumentando las razones por las cuales cada uno defendía su postura, hasta que al final yo digo: -esto es una tontería, y el señor responde: -no, es educación.

Muchas veces, las acciones parecen insignificantes y quizá no tienen un efecto inmediato en la sociedad (o en el individuo), pero lo verdaderamente importante son los frutos de esas acciones. Al mirar los frutos, y haciendo una retrospectiva, nos damos cuenta de que estos son consecuencia de un sinfín de acciones que, en su momento, no parecían demasiado importantes ni tenían alguna relevancia. La respuesta del encargado de la cola fue tan acertada que no hubo manera de refutar, y solo me quedó el trago amargo de no haber dado con ese razonamiento anteriormente.

Era algo lógico pero quizá no tan evidente. ¿Qué tiene que ver el mínimo común múltiplo, la conjugación verbal y la historia de los presidentes, con la cola para subir a un bus?

Nos han vendido la educación como una acumulación de conceptos, fórmulas y hechos, que debemos memorizar para vaciarlos en una hoja de exámen y aprobar materias. Debemos aprobar todas las materias con un mínimo de 10 puntos para pasar al siguiente nivel de “educación” en donde se repite esta historia: acumulación de información, memorización, vaciado, nota. El sistema educativo está totalmente estandarizado como si todas las personas fuéramos iguales y solo hay que aprender ciertos temas para cubrir ciertas necesidades establecidas por el propio sistema. 

Este tipo de educación surge a raíz de una narrativa que se ha integrado en la psique de la sociedad desde hace muchos años: «El desarrollo económico y social es el objetivo al que debemos apuntar para ser alguien en la vida. Para ser exitoso debes tener un trabajo estable, que proporcione una suntuosa remuneración económica; debes ser un profesional, pero cuidado, hay profesiones más reconocidas que otras; cantar no es una carrera, jugar a la pelota tampoco; debes rodearte de gente adinerada, encajar en la sociedad, pensar en el futuro, la pensión…»

Entonces si queremos lograr esas metas, la “educación” actual está adaptada a esas necesidades. Llegamos a ser empresarios con fortunas incalculables, famosos doctores y abogados reconocidos, y al final del día, cuando vamos a la cama, sigue habiendo un vacío existencial.

“Si cumplí con todos los requisitos de la narrativa sociocultural, y aprobé todo lo que el sistema educativo exigía, ¿por qué sigue sigo teniendo esta sensación de vacío?”.

El arte de Vivir.

Hay algo que no nos han enseñado nunca, porque resulta poco práctico para la estructura estatal: VIVIR. El estado esencial de todo ser humano es la felicidad, y vivir es la forma más fácil de estarlo. Pero para el Estado, ser feliz no genera renta, no se le puede gravar un impuesto a la felicidad, no acredita estatus económico ni social, no se le puede colgar un carnet con un título grandilocuente… No es una necesidad fundamental para la estructura social y, en consecuencia, vivir tampoco es una cátedra válida para el sistema educativo actual.

Y surge la pregunta: “¿por qué necesito aprender a vivir? yo sé vivir, aquí estoy, respirando, sintiendo, oliendo…”

 Si reducimos vivir al hecho de existir y tener signos vitales, pues nada, no hay demasiado que aprender en eso porque lo venimos haciendo desde que nacimos. Pero si te dijera que vivir es más que sólo existir, es estar presente en cada momento, es comer mientras comes, bailar mientras bailas, trabajar mientras trabajas; es honrar el momento presente sin mortificarse por el pasado ni preocuparse por el futuro, es aceptar la realidad como es sin hacer interpretaciones subjetivas de ella, es conocerse y manifestarse de una manera real, auténtica, libre… ¿seguirías pensando que no es necesario educarse en este aspecto? 

María: «Yo se bailar, me aprendí exactamente todos los pasos de baile para ponerlos en acción en la fiesta y seguro los demás quedarán impresionados con mi forma de bailar»

César: «Cuando como, doy un bocado y luego otro, no hay demasiado que aprender ahí, es mecánico, y por eso mientras lo hago reviso las redes sociales para «aprovechar» el tiempo»

Marcos: «Cuando trabajo, me enfoco por terminarlo rápido para que mi jefe esté contento con mis resultados, por eso me concentro en el trabajo con la presión de mi jefe en la mente»

Estas tres personas aseguran que están viviendo sus momentos, pero en realidad no lo hacen. María no está bailando, está asegurándose de mover su cuerpo perfectamente para impresionar a sus amigos; César no está comiendo, está «aprovechando el tiempo» navegando en sus redes sociales; Marcos no está trabajando, está presionándose para agradar a su jefe.

Entonces vivir es algo tan sencillo como comer y a la vez es algo tan complicado como comer. Se complica porque aún no sabemos vivir, porque nuestro concepto de vida está distorsionado; una vez aprendamos a vivir, solo será sencillo, porque estaremos presentes mientras hacemos esas actividades. Sin embargo, aprender esto no es tan sencillo, son años y años de programación y adoctrinamiento que no se puede reprogramar con un click, pero reconocerlo es el primer paso para iniciar el proceso.

Al cambiar la narrativa sociocultural de crecimiento profesional, acumulación de riquezas y obtención de estatus social, por la de conexión con el ser, desarrollo de la consciencia y felicidad, podremos crear un nuevo paradigma de formación y educación basado en el ser y no en el Estado. La educación dejaría de ser estandarizada, para enfocarse en cada área de desarrollo del ser, que inspire a cada persona a desarrollar sus habilidades innatas sin juzgamientos o descalificaciones. 

Si este cambio de paradigma sucediese, la sociedad estuviera copada de personas con pleno conocimiento de sí mismas, de sus habilidades y potencialidades, lo que permitiría desarrollarlas y activarlas en el área que más les motive, sin ningún tipo de preocupación por el estatus social, político o económico que deben alcanzar, sólo asumiendo la responsabilidad de su propio ser. Esto, paradójicamente, se traduciría en un desarrollo económico de manera orgánica y libre, un desarrollo social basado en la consciencia del ser y no en la vanidad del ego, y un reconocimiento de cada persona por lo que es y no por el título que tiene. 

Esto suena muy utópico para ser aplicado, pero en la medida en que el actual sistema nos siga presionando para que cumplamos con estándares y metas que no tienen nada que ver con nuestro ser, ocasionará que cada vez más personas lleguemos a ese vacío existencial, que nos hará cuestionar nuestro sistema de creencias, propiciando una reprogramación mental que nos conducirá a reconocer la ignorancia, desaprender la narrativa impuesta, y re-educarnos.

“Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil.” 

Albert Einstein.

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